Bueno, ahora la verdadera razón de porqué nació en mí esto que yo creía que era una necesidad espiritual, después de 5 años de no tener ninguna gana de creer en algo. Yo pensaba que daba lo mismo la razón de este regreso a la necesidad de creer, pero ahora veo que es importante revisarla.
Como yo lo vi, después de saber la noticia, es que pude haber muerto si hubiera salido media hora después de la oficina donde trabajo ese día que cayó el avión en Lomas. Cayó exactamente por donde yo había pasado tan solo un ratito antes. Y me sentí tremendamente vulnerable, que es la realidad siempre, pero por una razón sospechosa lo olvidamos. Esa vulnerabilidad, creo yo, fue la que me hizo buscar algo que me diera consuelo, que me acogiera, que me hiciera sentir segura de nuevo, de que aún no me voy a morir, ni menos así. OK, por un lado tenemos el miedo a la muerte, por otro, sentir que no soy la que decide cuánto tiempo tengo de vida. No son lo mismo. Pero estas dos ideas o sentimientos son, creo yo, las que hicieron que me pusiera a pensar en la virgen de Guadalupe. Y estando ahí en su capilla, entregándome a ella, encontré un poco de paz a la incertidumbre que sentía. Y así pasaron los días, pensando en ella, se pasó la pena, se pasó el susto, y volví al estado inicial en el cual no necesitaba de ninguna imagen divina amorosa.
Ahora que todo eso quedó atrás, me pregunto ¿qué fue todo eso? Me imagino que un proselitista de la virgen me diría: así es, sólo buscamos a la virgen cuando la necesitamos, pero no pensamos en ella en otros momentos, qué mal. Pero yo no le veo problema a eso, por que no creo que la virgen sea una mujer de verdad que se pueda sentir herida porque no pensamos en ella todo el tiempo. Ni que lleve la cuenta de cuánto hacemos por ella, o en nombre de ella, para así hacernos favores. Ella es solamente una idea en nuestro acervo colectivo de imágenes divinas.
Y no me hace mal a mí, no pensar en la virgen, cuando no lo necesito. Prefiero usar mi tiempo en pensar porqué tengo miedo a la muerte. Es obvio que hay una relación entre nuestra muerte y la religión. Queremos que nos cuenten un cuento bonito, para que se vaya el miedo. O por lo menos esa parece ser una razón por lo cual me atrae la religión. Y me llama mucho la atención la poderosa fuerza que es la virgen en esos casos de desolación. Porque ahora mirando desde lejos esa experiencia de cercanía a la muerte, no puedo encontrar el nexo que me llevó a la virgen, sin embargo, recuerdo perfectamente la paz que me inundó cuando me entregué a ella.
OK, talvez sea el acto de entregarse, lo que hace el cambio. Una amiga chilena, que vi hace poco, me contó su historia con la virgen de Schoenstatt. Supuestamente no es la misma virgen, o si no para qué cambiarle de nombre. Pero cuando me relató su experiencia, no vi ninguna diferencia: nos entregamos a lo que venga, suponiendo que quien tiene incidencia en lo que viene es alguien que nos ama. Una imagen de una madre. Que no debe ser distinto de lo que sentíamos, si es que lo sentimos, cuando éramos niñas y nuestra madre nos resguardaba de todo tipo de males. En eso creíamos.
No será que ésta experiencia con la virgen, ¿es una regresión? ¿Creo en la virgen, o sólo uso su imagen para sentirme mejor en momentos de desolación? ¿Dónde está lo espiritual en esto último? ¿Qué es lo espiritual? Debo tener una idea distinta de lo espiritual, ya que esto de recurrir a la virgen en momentos de vulnerabilidad, no me parece nada espiritual.