04 noviembre, 2015

Violeta vista por su abuela

"El que quiere celeste, que le cueste", así es la vida y mi hija es una tonta y para más remate al parecer mi nieta Violeta salió igual. Se podría sacar tanto partido y no sabe hacerlo. Podría tener a los hombres en su mano, como yo siempre lo he hecho. Los hombres sólo quieren una sola cosa. Por eso hay que saber manejarlos. 
Las bonitas son las más tontas ¿por qué será? Yo creo que es un plan de Dios, para que la gente tenga hijos bonitos. Sólo basta con que uno de los padres lo sea, y ya se mejoró la especie. Mi nieta no tiene idea de estas cosas, salió a su papá, un tipo extraño, sin aspiraciones. Mi ñatita se podría haber casado con alguien mucho mejor, un hombre alto rubio de ojos azules, como mi Julito. Pero se casó con este tipo que no tiene auto, y para colmo se vinieron a vivir a esta casa en la punta del cerro porque no les alcanzó para más. Nunca van a salir de este barrio de clase media, nunca van a poder ir a Europa. Yo ya fui dos veces. 
Por eso es mejor nunca casarse. Los hombres sólo quieren una sola cosa y esta nieta mía nunca me va a hacer caso. Las mujeres son unas tontas, siempre mirándole la cara al marido para saber si está de acuerdo con lo que ellas van a hacer. Mirándole la cara a él, buscando aprobación de un tipo que no habla, que no es caballeroso. No, mi Julito era muy diferente. Todos los españoles son caballerosos, como mi Julito. Él siempre me decía, mi chulita tiene que ver cosas bellas y por eso seguido me traía flores. Mi Julito sabía cantar, ah qué bonito cantaba, parecía un zorzal. Siempre atento, siempre cariñoso. Ya no hay hombres como él, no en este país por lo menos. 
Yo por eso no me casé de nuevo después de que quedé viuda. Ya no hay hombres como mi Julito. Los hombres sólo quieren una cosa de nosotras. Por eso yo sola saqué adelante a mi hija, con el sudor de mi frente, trabajé y le pude pagar un internado de monjas a mi ñatita. No quiería que ningún hombre extraño estuviera en la casa, mirándola. Yo quería que fuese doctora, para que la respetaran los hombres. Pero no, ella quiso ser otra cosa, una profesión menor. Y luego casarse con un compañero de curso, qué horror, para seguir trabajando cuando podría haber sido bien mantenida por un doctor famoso. ¿De qué le sirve ser bonita si va a terminar aquí, en este cerro, subiendo a pie con todo el calor de la tarde en la espalda? ¿Para qué verse bonita, si este hombre ni siquiera sabe apreciar el tesoro que tiene? Ni siquiera la lleva de vacaciones como corresponde. Van de camping. es el colmo, durmiendo en el suelo, bañándose en un río como los pobres. 
Con razón a engordado tanto mi ñatita, parece un armario. Y ese tremendo trasero que le creció, no lo tenía cuando vivíamos juntas. Y tan feo que tiene el pelo ahora. Solas las dos siempre nos veíamos estupendas, y por eso lo pasábamos tan bien. Los hombres nos admiraban, se daban vuelta en la calle a decirnos piropos. A mí siempre me decían, Sra Amalia, yo ante usted me saco el sombrero. 
No sé qué será de mi nieta la Violeta. Es tan ingenua, demasiado enamoradiza. Desde que llegó a la casa de la mano de su compañero de curso yo supe que no tenía futuro. Estaba en 1° básico y ya se había enamorado. Una tonta, mi nieta. ¡qué más se podía esperar de la hija de este tipo que apenas me saluda!
Mi nieta no es tan bonita como mi tesoro. La violeta no tiene cintura. Yo aún tengo la misma cintura que cuando tenía 18 años. Y los hombres se dan vuelta a mirarme. Pero yo por eso no me casé de nuevo. Porque los hombres sólo quieren una sola cosa.